El micelio es uno de los sistemas vivos más abundantes en la tierra, se trata de un tejido compuesto por microfibras similares a hilos que forman parte de las raíces de los hongos; esta red de hilos llamada hifas crecen debajo de la tierra y dependiendo las condiciones ambientales como la humedad o la temperatura puede ser de crecimiento rápido convirtiéndose en un bloque sólido.
Varias empresas han experimentado con este material orgánico para convertirlo en un bio-plástico que no daña al medio ambiente ni genera residuos; esto podría ser una solución al problema de los residuos de construcción que resultan también tóxicos tales como las resinas, solventes, pinturas o el concreto.
Producir bloques de micelio es un proceso sencillo si se tienen las condiciones adecuadas para su reproducción. Las esporas de los hongos se mezclan con otros componentes como los desechos agrícolas que pueden ser tallos o cascaras de semillas, caña de azúcar o astillas de madera. Los hongos empiezan a consumir los nutrientes convirtiéndose en una masa densa la cual debe trasladarse a moldes para lograr el tamaño requerido.
Los moldes deben tener una superficie lisa y uniforme, preferentemente transparente para controlar el crecimiento, cerrados herméticamente pero con un filtro que facilite el intercambio de gases con el exterior. Estos moldes pueden ser de plástico reutilizable, vidrio o metal. La humedad y ciertos requisitos sanitarios son factores importantes para no ocasionar una infección en el material durante el proceso.
Cuando el micelio logra desarrollarse completamente se retira del molde, el mismo material al tener contacto con el exterior genera una piel gruesa de protección.
Terminando el proceso, los bloques se hornean a temperaturas entre 70 y 90 grados para facilitar la deshidratación, matar al organismo y detener el crecimiento.
Aunque todavía se encuentra en fase experimental el micelio se ha utilizado en una serie de proyectos de construcciones recientes, con las geometrías indicadas y ensambladas con otros materiales se pueden lograr estructuras para viviendas de hasta dos niveles.
El micelio puede tener varios usos dentro de la construcción: tabiques, paneles estructurales aislantes, placas acústicas y resulta ser un excelente adhesivo con materiales naturales como yute, cáñamo o madera, evitando el uso de resinas volátiles
Finalmente, este material es 100% biodegradable, puede integrarse al sistema nuevamente y destruirse en el ciclo orgánico
Un ejemplo de la aplicación de micelio en la arquitectura es el The Growing Pavilion, una estructura temporal construida en el año 2019 en Holanda. En tan solo 4 días el micelio creció para llenar el molde; se mezcló con madera, cáñamo y algodón.
Lo interesante de este material es que logra equilibrar la huella de carbono generada en construcciones convencionales y absorbe el doble de su peso en CO2. Los materiales ecológicos a base de organismos vivos como el micelio abre la posibilidad de que la arquitectura sea amigable con el medio ambiente, a bajo costo y en armonía con nuestro entorno.