Casa Chulavista es un proyecto residencial que se localiza aproximadamente a 40 km de Avándaro y de Valle de Bravo en un ambiente boscoso. Se encuentra dentro de Rancho Chipicas donde la principal actividad es la cosecha de productos orgánicos, entre otros trabajos de campo.
El proyecto se desarrolla a partir de una preexistencia. Una casa de fin de semana la cual se busca ampliar el programa arquitectónico. Las premisas del contexto marcan la pauta de la intervención. Conservar la ubicación de los árboles predominantes y respetar la construcción previa a través de las mínimas intervenciones posibles. De esta forma la ampliación se emplaza al extremo poniente, tomando el patio lateral y adosandose al cuerpo de la casa a través de puentes y superposiciones volumétricas. Se integra a través del uso del mismo lenguaje y los mismos materiales de lo existente.
Las áreas público-social se mantienen en la parte original de la casa mientras que las áreas privadas se conectan a través de los nuevos puentes, creando un dominio extendido en planta baja que se libera dentro del nuevo volumen. Las circulaciones techadas crean la transición gradual hacia la privacidad, se reducen las alturas en su paso y se liberan de nuevo en un ambiente de doble altura que vestibula nuevos espacios.
En el segundo nivel, la interconexión se logra de otra manera, en este caso el puente conecta y se construye en superposición a la torre de piedra. Se mantiene el uso como zona de servicios y área húmeda en vertical que da servicio a las habitaciones adyacentes de ambos niveles. La relación estructural se vuelve pieza clave para el balance entre ambas construcciones.
La adición no solo se apoya, sino que se carga a manera de tirante o liga transmitiendo los esfuerzos a través del sistema de vigas y losas para lograr eliminar el elemento de carga intermedio dentro del espacio. Permitiendo una planta baja libre que se percibe ligera y fluida entre los tres niveles escalonados.
Al interior, juegan los espacios en su relación multidimensional. Conectados visualmente entre sí cada uno se desenvuelve dentro de su propia altitud con ambientes, direcciones y orientaciones que se adaptan al programa y las actividades hospedadas.
El piso se vuelve mobiliario y se vuelve peldaño para escalar de uno a otro mezclando los límites entre albañilería, carpintería y estructura. Los espacios también se desdibujan entre sí, la sala sube al estudio a medio camino y luego a la habitación, sale al mirador del primer balcón y luego conecta con una escalera exterior a la azotea culminando en una vista panorámica de todo el valle donde se enclava esta pequeña torre.
La construcción usa la verticalidad para contar la historia de capas, de ritmos y secuencias. Partiendo de una basamento macizo y pesado de piedra, perforado por vanos y aberturas que encuadran las vistas como anotaciones del paisaje, gradualmente ampliando hasta ser absorbidos por el vasto espectro vegetal del entorno.
Las fotografías son de Camila Cossio